LIGA 33: Amunátegui Valdés (Chl). Compendium
Fotografía: Arturo Arrieta
Si [los arquitectos] miraran [edificios], no verían
nada… [Los arquitectos] empiezan a ver algo una vez que dejan
de mirar [edificios] y miran exclusivamente y obsesivamente impresiones
e inscripciones planas.
Basado en Bruno Latour, «Visualización y Cognición: Pensando
con los ojos y con las manos», 1986.
En el ensayo, «Visualización y Cognición: Pensando con los ojos y con las manos», Bruno Latour recuerda la historia del oficial naval francés La Pérouse, quien bajo el mandato de Luis XVI viaja al Lejano Oriente para determinar si Sajalín es una isla o una península. Por supuesto, este es un viaje arduo, pero después de todo la encomienda se logra cumplir fácilmente, gracias a la injerencia de un hombre nativo de la tierra, quien responde a sus preguntas con precisión trazando la forma de la costa en la arena. Pero esta pieza de evidencia, necesaria para completar el mapa real y así ganar influencia en el comercio y el poder globales, no se puede llevar a Versalles en su forma efímera. Hay que registrar el dibujo en un cuaderno, hacerlo a la escala de las medidas estándar y subyugarlo con las proyecciones de Mercator. Para realizar su función, el boceto debe convertirse primero en lo que Latour llama un móvil inmutable, una pieza estable de información técnica que puede ser codificada por reglas matemáticas. En su nueva forma portátil, este dibujo puede ser compartido, comparado y presentado con otros dibujos codificados de manera similar para construir una imagen más grande, contribuyendo a una especie de «compendio» del mundo.
En el contexto de la actual exposición en LIGA, Espacio para la arquitectura en la Ciudad de México, Compendium: Sobre una manera de articular realidades, los dos colaboradores —Cristóbal Amunátegui y Alejandro Valdés, de la oficina de arquitectura Amunátegui Valdés (Santiago de Chile y Los Angeles, California)— parecen haber asumido una tarea colosal similar a la de La Pérouse. Han viajado a lo largo y ancho, y han regresado con imágenes que constituyen más de un centenar de cosas diferentes: mesas, empotrados, máquinas, boudoirs, pissoirs, interiores circulares, escaleras, alcobas, nichos, teatros, velas, carpas de circo, faldas, focos y pomos de puertas. Han atravesado revistas, fotografías, patentes, dibujos, interiores, detalles y entradas enciclopédicas, y han reunido los objetos en un compendio visual y textual para la exposición.
«Compendio» es una palabra que significa “versión abreviada”: un resumen portátil de un tratado largo, que de otra manera sería difícil de manejar. Y exhibidas, cada imagen encontrada representa un archivo adjunto de baja resolución, subtitulado con Autor, Título y Año, que hace referencia a algún original ahí afuera en el mundo. Estas son las «inscripciones planas» que han definido la cultura intelectual y visual de las comunicaciones de larga distancia en esta oficina dividida entre Norteamérica y Sudamérica. Uno sólo puede imaginar los intercambios de correos electrónicos, mensajes de texto, llamadas de WhattsApp, carpetas de Dropbox, y reuniones de Zoom entre los dos amigos y sus clientes, llenos de archivos adjuntos comprimidos con precedentes históricos, o con un enlace a la imagen de una especie de «readymade» para el proyecto en cuestión. Estas fuentes de inspiración e interpretación formulan un paisaje de formas a partir del cual se pueden dibujar nuevos edificios.
Una de estas imágenes es la fotografía de un readymade original, una puerta construida por un carpintero para Marcel Duchamp en su apartamento parisino en el 11 de la rue Larrey (1927). Curiosamente, esta puerta, situada en la esquina de una habitación, oscila entre dos aberturas, una con marco y la otra simplemente cortada para adaptarse a su perfil. Es a la vez un objeto filosófico y un objeto material, que abre una habitación mientras cierra otra. Para los arquitectos, esta puerta ofrece muchas posibilidades formales a diferentes escalas, y por lo tanto proporciona un soporte visual para tratar la articulación formal de las esquinas, desafiando las distinciones convencionales de lo privado y lo público. De esta misma manera, al estilo de Duchamp, estos dos arquitectos han transformado en readymades un montón de imágenes para su compendio de formas. Fuera de sus contextos originales, anuladas sus funciones y reunidos en un formato que los unifica, los objetos ahora pueden emerger como bloques de construcción arquitectónicos.
El formato unificador es una alternancia significativa con los objetos recogidos por Amunátegui Valdés: después de todo, las fuentes son todas muy variadas. Además de estas referencias planas, la exposición cuenta con más de cincuenta modelos en exhibición. Cada uno está basado en una imagen, pero a veces es difícil de discernir en cuál precisamente. Son tridimensionales y diminutos: de plástico, fabricados en un par de impresoras 3D, probablemente durante un período de varios cientos de horas. Miden entre 8 cm y 25 cm, y no están pintados. No son bellos, pero todos tienen una calidad utilitaria que les permite saltar escalas y surgir como una casa, la manzana de una ciudad, un patio o una pirámide. Hay montones de ellos. Aunque parecen genéricos, se distinguen por su precisión geométrica. Como colección de impresiones, desafían cualquier historia de origen o de identidad preciosista: de alguna manera su publicación ya les ha librado de tener que recurrir a tamaño, ubicación, función, tectónica, material o fecha; los modelos los hacen aún más intercambiables y comparables. Todos comparten la misma falta de detalle, la misma atención a la forma. Una pantalla de lámpara podría confundirse con la estructura de una falda, que a su vez se podría ver como una cúpula.
Es un ejercicio surrealista tal vez, el de reunir un montón de cosas diferentes en un espacio, y empezar a jugar el juego de la disección y el montaje. Tal vez nos venga a la mente esa famosa descripción que hizo el Conde de Lautréamont de un joven que era «tan hermoso como el encuentro casual de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección,» (Les Chants de Maldoror, 1868). Los surrealistas se inventaron esta frase para mezclar objetos basándose no en su función, sino en su afinidad. A pesar de que el Teatro Anatómico de Leiden (1594) está representado en la colección, ya no es necesaria la disección sangrienta y exacta para que dé lugar el experimento digital. En su lugar, el vasto espacio contenido dentro de un archivo Rhino está vinculado al filamento de ácido poliláctico que da a los dibujos su forma tridimensional, despojándolos de cualidades. El archivo simplemente localiza los dibujos en el espacio cuadriculado, donde las imágenes específicas se convierten en formas genéricas, y donde su nuevo material genético se remezcla en un monolito de plástico. ¿Es esto a lo que Latour se refería con «estrategia deflacionista»? ¿Y será Rhinoceros 3D el medio deflacionista por excelencia?
La pintura de Arduino Cantáfora titulada La Cittá banale (1980) no está incluida en la muestra, pero Amunátegui Valdés la describen en su ensayo de la exposición. La obra presenta una visión deflacionista de un conglomerado de edificios, túneles, vallas publicitarias, radiadores y alféizares. También estos elementos están reunidos a través de un dispositivo unificador. La vista desde la ventana representa el extenso paisaje de una carretera que desaparece hacia sus dos puntos de infinito. El espectacular claramente estadounidense en el centro del encuadre, visto dos veces en el trayecto, por delante y por detrás, proporciona un punto de simetría en la escena, y el origen de las dos perspectivas. Esta pintura es la que permite a los arquitectos detenerse en la importancia de la realidad y en el valor de los objetos y edificios cotidianos y banales. Amunátegui Valdés nos ofrecen algo más que «consistencia óptica». Aunque la exposición es ópticamente consistente en su output técnico, ciertamente no lo es en su input histórico. Reescriben la noción de lo que puede ser un precedente, no sólo arquitectónico, no siempre encumbrado, no meramente autoral, no necesariamente canónico. Y siguen adelante, con una imagen de la historia en su espejo retrovisor.