LIGA 04: Carla Juaçaba (Bra). Isostasia
Fotografía: Ramiro Chaves
¿Qué están haciendo aquí estas cosas? No son proyectos de otras, sino proyectos de sí mismas. No son una maqueta, más son, en sí, lo que se proyecta y lo que se hace. Son cosas que buscan, por sus contrastes y por sus afinidades, una situación en la que puedan sustentarse conjuntamente por sí solas. Desde ese punto de vista, los imanes son objetos metonímicos: la parte que nos indica el procedimiento que organiza todo –las atracciones y repulsiones, distanciamientos y proximidades. Es durante la composición de ese ritmo, en el sentido musical del término, que cada cosa gana su propia posición en el espacio. Para sorpresa de los ojos, las cosas se mezclan, alcanzan equilibrio, un delicado equilibrio gracias al cual consiguen permanecer como están.
Un mínimo desliz y todo puede venirse abajo. En el arte, en la arquitectura, en el pensamiento. En la vida. Siempre se trata de encontrar aquel punto donde lo diverso aguanta y produce a su propio: el hilo de oro, los imanes, la barra, la canica. Lo fino, lo grave, lo duro, lo pequeño. Interactuando entre sí, las diferencias, en lugar de anularse, producen un nuevo mundo, que además de signos, es sobre todo de cosas. De ahí los colores –si es que ellos existen– discretos. De ahí la ausencia de objetos que tengan un significado cultural. No hay puertas ni ventanas, sillas ni mesas, pisos ni pilares. Hay apenas cosas, con una materialidad casi bruta, en una existencia que, si no fuera por el orden, podría decirse que es inhumana.
¿Quién sustenta a quién, en esa ronda de materiales fuera de toda sospecha? La pregunta no es física, más bien es poética. Pues la sustentación nunca es una mera cuestión de ciencia, sino de todo nuestro existir, que también se coloca entre la tierra y el cielo, buscando una morada en esas construcciones que hacemos y que, al mismo tiempo, también nos hacen. Construcciones poéticas. Se investiga pacientemente, por tanto, las propiedades intrínsecas de los materiales, para descubrir en las mismas, su potencialidad real, que debería indicar lo que se puede y se debe construir, así como lo que no se puede y no se debe. Lo que da, da. Lo que no da, no da y no se aconseja forzarlo, ya que es mejor escuchar lo que las cosas piden.
Y es que las cosas, a pesar de frustrar las pretensiones positivistas, tienen voluntades propias. Están “llenas de Voluntades”, como aquellos hijos de los cuales los padres se quejan porque no se comportan bien. Pero cada ser es como es y quiere lo que quiere. Persona o cosa. Padre y poeta, en vez de imponer lo que los hijos y las cosas deben ser, tiene que descubrir lo que ellos quieren, ayudando a liberar ese deseo, para que pueda expresarse en lo real. Situarse con docilidad delante de la materia y que ella misma nos manifieste la forma que adopta. Es decir, crear es escuchar y no sólo hablar, es escoger y no sólo proyectar– o, mejor dicho, es hablar después de escuchar, proyectar a partir de escoger y, finalmente, saber hacer como resultado de un saber.
En su origen griego, la palabra “Técnica” se refiere no tanto al hacer, cómo incluso al saber, o sea, como un saber hacer. Es por eso que tanto al artesano como al artista se les llamaba técnicos. Ambos comparten el conocimiento gracias al cual algo puede pasar de la nada al ser. Pero esta transición no es arbitraria, es decir, no es cautiva de la voluntad del hombre y de sus planes. Cuando se produce un objeto para su uso o una obra de arte, algo acontece de la ausencia de la nada para la presencia del ser; sin embargo, esa operación que el hombre produce tiene su ejemplo orientativo en la Naturaleza, ya que ésta realiza este pasaje todo el tiempo, consiguiendo que el mundo, a cada instante surja delante, en torno y en nosotros.
Es este mismo mundo, en sus variados aspectos aquí referenciados, con sus balances, sus vacíos y sus proporciones relacionados con extrema precisión, para que construyan un espacio que es lugar, no a priori, sino construido por esta presencia que, en el vocabulario arquitectónico se conoce como tectónica. Esa composición espacial dotada de una elegancia geométrica, en la que se destaca el juego entre el peso y la liviandad, viene todavía dictada por las fuerzas magnéticas y de gravedad en acción, que exploran, además de las visibles relaciones entre las cosas, las situaciones invisibles que también las determinan.
Tenemos aquí un mundo posible y bello, porque atendemos las voluntades de las cosas. Se trata de una poética en la que el artista debe ser artesano, o, como ya se dijo una vez, donde el arquitecto se convierte también en un ingeniero. Uno no existe sin la presencia del otro. Pues la creación nunca es únicamente obra del hombre. Es mitad de él y de la Naturaleza. Es responsabilidad del hombre descubrir y liberar a través de la técnica, lo que la materia dispone. Cabe al hombre soñar, pero un sueño de la Naturaleza que se sueña en él.