Rehilete

por Marta Bogéa

 

LIGA 21: Anna Juni, Enk Te Winkel, Gustavo Delonero (Vão) + Marina Canhadas (Bra). Subsolanus
Fotografía: Luis Gallardo

 

“Diadorín levantó el brazo, agitó la mano. Yo iba a aligerar, espoleé, quería un medio-galope, para luego alcanzarlos a los dos. Pero, entonces, mi caballo filósofo: rehusó bajo y rehusó alto, echándose para la orilla de la mano izquierda del camino, por poco no dio conmigo en el suelo. Y lo que era, que estaba espantado el animal, era una hoja seca volandera, que sobre se vio caí en sus ojos y en sus orejas. Del viento. Del viento que venía, arremolinado: ya sabe usted, la brega de los vientos. El cuando uno tropieza con otro, y se enredan, el loco espectáculo. El polvo subía, dando que oscurecía, en lo alto, el punto a las vueltas hojarascada, y la enramada quebrada, en el estallar de píos silbidos, torciéndose turbio, voltisaltando. Sentí a mi caballo como a mi cuerpo. Aquello pasó, enhorabuena, el run-run. Daba gracias a Dios. Pero Diadorín y el Cazanje que estaban allá adelante, por esperarme llegar. “¡Remolino!”, habló el Cazanje, conjurando. “Viento que sesga, que sube del lado del mar…”, dijo Diadorín. Pero el Cazanje no entendía que lo fuese: el remolino era de él: del diablo. El demonio se vertía allí, dentro viajaba. Estuve dando risotadas. ¡El demonio! Le digo a usted. ¿Entonces no me reí? Pensé. Lo que pensé: el diablo en la calle, en medio del remolino… Me parece lo más terrible de mi vida, dictado en aquellas palabras, que usted nunca debe renovar. Pero escúcheme. Nosotros vamos a llegar allá. Y hasta el Cazanje y Diadorín se rieron también. Entonces cabalgamos.”

Joao Guimaraes Rosa, Gran Sertón: Veredas, 1956.

“Tal vez no funcione…” fue una de tantas frases dichas al sabor del viento que acompañó nuestras conversaciones. Pero “funcionar” ¿exactamente el qué? Entre tentativas de comprensión de lo que los movía —al final se trata de viento, y el viento pone cosas en movimiento como tan bien deben saber los mexicanos—y explicaciones del mecanismo en construcción, fui dejándome llevar.

Lo que me intrigó desde el principio fue el deseo de construir un artilugio para insuflar el aire que viene de los vientos dominantes en la azotea, llevándolo a la pequeña sala de exposición. Atravesarla con los vientos que soplan más libres en lo alto del edificio. La sala, que se mantendrá vacía, estará “llena” de aire en movimiento.

Mas para tocar lo intangible del mundo, en este caso la variación del viento, es preciso saber moldear lo tangible. De ahí viene una de las características que más me interesan en el hacer general de la arquitectura: al lidiar con los materiales lidiamos con paisajes humanos y fenómenos naturales. No para determinar usos o apenas como abrigos para protegernos de los fenómenos, sino también para disfrutar de la variedad con la que personas y fenómenos animan nuestra experiencia. Por si el viento cambia… tan bien lo saben los marineros, para bien, cuando insufla velas y los saca del marasmo; para mal, cuando agita el mar en fuertes tempestades.

Nuestros encuentros se vieron animados también por la revelación de gráficos que permiten reconocer vientos predominantes y determinar la mejor posición para la boca de captación; por relatos de las reuniones técnicas y el desafío de librar verticalmente el claro del piso a la base de la azotea con dos únicos puntos de apoyo posibles; por la investigación sobre el material más adecuado para hacer que el “tubo” funcione como membrana, asuntos de la arquitectura en los términos con los que entendemos el oficio de cada día. Al final, para construir es necesaria una técnica ingeniosa. E ingenio aquí no falta.

Cuanto más involucrados en descifrar la torre que conducirá la masa de aire y cuanto más concentrados con el mecanismo del artilugio, más los arquitectos me parecieron dispuestos a brincar como el Saci [1] muchacho ingenioso y travieso que anda dentro de los remolinos y guarda la sabiduría del bosque. Atentos a la construcción que permite realizar con precisión la supuesta travesura, lo hacen con humor, para que, al final, el esfuerzo de la construcción se libere de la simple utilidad.

Actúan con el espíritu de los buenos veleristas, que prefieren navegar los mares con el ritmo y la sabiduría de quien sabe captar los buenos vientos y disfrutar territorios como si fueran parte de ellos. Se mantienen alejados de la perturbación de aquellos que prefieren sobreponer motores a los vientos y las mareas, y extraños a la gente acostumbrada a la ilusión de las certezas. No se esconden detrás de simulaciones eficientes; aquí prefieren actuar a partir del delicado equilibrio entre la eficiencia posible y la poesía incierta de quien pretende una rigurosa construcción para reinventar un lugar. La instalación hará que en la sala cada día sea un día, ya que transformará el abrigo estable en un inquieto paisaje.

Anna, Enk, Gustavo, Marina, hacen de la arquitectura un territorio de pura imaginación, configurada por la más ardua construcción. Realizan la deseable articulación entre conocimiento y deseo que permite hacer de la técnica una poética. La inmensa torre membrana externa no es un fin en sí mismo, es artefacto conductor de la variedad de humores de los vientos: un día brisa fresca que renueva todo; otro, vientos que pelean dando vueltas, rememorando fuertes vendavales, grandes tornados. ¡Y que los vientos vengan arremolinados [2]. Queda aquí, con el pretexto de este texto, el deseo de conocer mejor a Ehécatl, que dicen que puso en movimiento al Sol y a la Luna. Algún día que alguien me cuente mejor esa historia…

[1] Saci Pererê es un personaje de las leyendas brasileñas, espíritu festivo y alegre, al que le gusta hacer travesuras y que controla y guarda los secretos del bosque. La leyenda dice que él anda en los remolinos del viento y se le puede capturar cuando se echa una red sobre él. Quien desee atravesar el bosque, debe pedirle permiso.
[2] “Do vento. Do vento que vinha, rodopiado. Redemoinho: o senhor sabe – a briga de ventos”; nuestras conversaciones me llevaron a acordarme de esta frase de Grande Sertão: Veredas (1959) de João Guimarães Rosa. Ver extracto completo en esta publicación.

 

 

LIGA 21: Anna Juni, Enk Te Winkel, Gustavo Delonero (Vão) + Marina Canhadas (Bra)