La matryoska: eternos retornos y posibles futuros

por Ana María León

LIGA 28: Pedro Alonso y Hugo Palmarola (Chl). Trayectorias de un panel
Fotografía: Onnis Luque

 

Hace unos años, gracias a unos amigos rusos, me enteré de la existencia de un ingenioso souvenir de este país: la Matryoshka de los gobernantes. Esta novedosa versión reinterpreta el tradicional juego de muñecas de madera de manera que, en la versión más reciente, Putin, Yeltsin, Gorbachev, Stalin, y Lenin calzan uno dentro del otro. Al contenerse entre sí, contienen también una aguda observación crítica acerca de los devenires de la política rusa: todos los políticos contienen a Lenin.

Esta reinterpretación del juego se presta también a una interpretación adicional. Al cambiar las muñecas, tradicionalmente idénticas, por las distintas autoridades ocupando distintos cargos para gobernar una región cambiante en cuanto a sus límites y a su definición política, el souvenir sugiere que a fin de cuentas, todos estos políticos podrían ser versiones similares de una misma historia, recordándonos el carácter recurrente de ciertas narrativas. La Matryoshka de los gobernantes apunta entonces a dos conceptos: a una idea del origen (en este caso, Lenin) y al eterno retorno, una concepción de la historia desarrollada por Nietzsche como la idea de una narrativa recurrente e infinita.[1] Origen, repetición y diferencia quedan todos contenidos en estos pequeños objetos de madera.

Al presentarnos las distintas iteraciones del sistema de paneles usados en Francia, la Unión Soviética, Cuba, y Chile como una gran Matryoshka, Pedro Ignacio Alonso y Hugo Palmarola abren la puerta para una interpretación paralela de la arquitectura, la repetición de sistemas arquitectónicos, y los sistemas políticos que producen estas repeticiones. Las ideas de copia, derechos de autor, reinterpretación, y transferencia han recibido mucha atención en discusiones arquitectónicas recientes, en las cuales se busca complicar la ansiedad sobre la originalidad propia de la modernidad.[2] Alonso y Palmarola abordan esta discusión desde el punto de vista contrario. Producido a fin de ser reproducido, el sistema de paneles carece—¡o aspira a carecer!—desde el principio de toda aura, como nos lo recordaría Walter Benjamin.[3] Sin embargo, en esta Matryoshka arquitectónica, los paneles Camus, I-464, Gran Panel Soviético, el KPD socialista y el VEP neoliberal se contienen el uno al otro en una narrativa que tiene, como origen conceptual o fin primario, las premuras de gobiernos de diversas orientaciones políticas para alojar a las poblaciones que al menos en teoría suponen servir. Las distintas mutaciones y alteraciones realizadas en cada cambio de sistema, es decir, las alteraciones dentro de esta repetición cíclica, apuntan no solo a los cambios de clima y cultura, sino también a las prioridades y orientaciones políticas de estos gobiernos.

Esta interacción entre orientación política y solución formal parece darle un final abrupto a esta historia. Pensando sobre los devenires del panel Camus, Alonso y Palmarola argumentan que el panel tiene las características del doppelgänger, una figura que según algunos mitos presagiaba la muerte de su original. De la misma manera que este personaje, concluyen Alonso y Palmarola, las múltiples iteraciones del panel eventualmente nos llevan a la muerte del sueño socialista. En efecto, la última iteración del panel, el VEP, fue adaptada por la dictadura de Augusto Pinochet para uso en viviendas vacacionales en la costa de Chile. La ruta del panel lo lleva de solucionar la precariedad habitacional a la idea de la segunda vivienda vacacional como objeto de venta o alquiler: es decir, pasamos de la vivienda como derecho, a la vivienda como mercancía u objeto de intercambio.

Aquí la historia de los paneles hace un alto y nos encontramos de vuelta en el presente. Las diferentes iteraciones de los paneles tuvieron distintos grados de beneficio para distintos grupos. Hacia fines del siglo XX, el sueño de la vivienda colectiva se fue perdiendo a favor de sistemas de crédito en los cuales el planeamiento quedó en manos de intereses privados. Es así como vemos soluciones de vivienda unifamiliar extenderse a lo largo del continente, incrementando distancias, disgregando la ciudad, y desplazando la responsabilidad del estado sobre el problema de la vivienda. Pero si pensamos en este presente como uno de los vacíos entre las muñecas, podemos hacer algunas reflexiones adicionales. Pensar en la historia de los paneles como una serie de soluciones recurrentes sugiere que tal vez sólo nos encontramos en una pausa dentro de un sistema más grande. Tal vez quedan más iteraciones por venir, nuevas versiones del sistema que continuen la búsqueda de soluciones de vivienda. Tal vez estas nuevas versiones vuelvan a considerar la vivienda como un derecho, no como una mercancía. Tal vez la promesa del sistema no es la de un sistema cerrado y repetitivo, sino la de un sistema abierto—un sistema que puede retraerse y colapsar, pero también puede ser retomado de nuevo, reabierto, y reinterpretado en una nueva serie de soluciones, respondiendo a nuevos proyectos políticos que comprendan que el derecho a la ciudad, a la vivienda, y al espacio es un derecho de todes.

[1]Evito deliberadamente entretenerme con Nietzsche porque me interesa más meditar en la idea de la recurrencia en general antes que perderme en sus laberintos. Friedrich Nietzsche, The Gay Science, with a Prelude in Rhymes and a Appendix of Songs (New York: Vintage Books, 1974), 273.

[2]Por ejemplo en la reciente antología editada por Amanda Reeser Lawrence y Ana Miljački, ver Reeser Lawrence, Miljački, eds., Terms of Appropriation: Modern Architecture and Global Exchange (New York: Routledge, 2018).

[3]Walter Benjamin, The work of art in the age of its technological reproducibility, and other writings on media (Cambridge, Mass.: Belknap Press of Harvard University Press, 2008).

 

 

LIGA 28: Pedro Alonso y Hugo Palmarola (Chl)