Un modo de cuestionar

por Manuel Aires Mateus

LIGA 11: Ricardo Carvalho + Joana Vilhena Arquitectos (Portugal). Un cuarto para la ciudad de México
Fotografía: Luis Gallardo

 

Con el paso del tiempo he venido defendiendo que la arquitectura trabaja fundamentalmente sobre la elaboración de una pregunta. En ese sentido, poder trabajar con una dimensión de la libertad sin conocer cuál es el punto de llegada (garantizado, no obstante, total libertad en el punto de partida), se asume como una riqueza en la investigación del dominio del espacio, de la materia y de sus límites. La pregunta que se plantea, en el caso de la arquitectura, se revela en un primer momento como genérica y se vuelve, más tarde, específica.

En la cultura clásica occidental, de la que somos herederos, se estableció una relación con el conocimiento, estructurada precisamente, en la idea de exploración de la propia pregunta. La búsqueda filosófica o científica permitió (y permite) el acceso al conocimiento. Encuentro aquí, en el modo de preguntar, una riqueza en el trabajo de los arquitectos Ricardo Carvalho y Joana Villena. Este modo de funcionar consiste en trabajar la búsqueda, sin generar un impasse o una vinculación a un determinado modo de hacer arquitectura, un modo recurrente de formalizarla. Me parece interesante que los arquitectos puedan escapar del entendimiento de un determinado modo de hacer, fijado desde la partida, esperado desde el inicio. Encuentro dicha posibilidad en el trabajo de estos arquitectos.

Cuando miro hacia los proyectos de Ricardo Carvalho y Joana Vilhena tengo la impresión de que exista, en cada caso, cada oportunidad, cada lugar, programa, cada tema de arquitectura; una tentativa de individualizarlo. Me gusta pensar que los proyectos de arquitectura nacen de las necesidades y que encuentran su sustento y posibilidad de superación en la generalidad de las limitaciones. Me gusta también pensar que los límites físicos y los límites de la situación, es decir, los límites de una determinada realidad, se constituyen como la propia pregunta genérica de la arquitectura.

Las situaciones en que actuamos son normalizables, pero las condiciones son únicas. Eso permite que algunos arquitectos puedan individualizar el enunciado tornándolo singular. Poco después de este momento tiene lugar la transformación donde la arquitectura inevitablemente se desarrolla.

El cuerpo del trabajo de Ricardo Carvalho y Joana Vilhena está diversificado en la respuesta, y me parece particularmente operativo en la acometida de las limitaciones. Estos arquitectos tienen una capacidad de comprensión del tema de la presencia con cada proyecto—que está en el límite de su capacidad de generar una investigación particular. En el Mude, el Museo del Diseño y de la Moda de Lisboa, los arquitectos no solo abordan el proyecto por la posibilidad física de un edificio en espera, sino con una ambición que está más allá de dicha realidad. Existía en este caso el patrimonio arquitectónico de un antiguo banco en el centro de la ciudad y la acción del tiempo y entropía sobre dicho patrimonio. Las ruinas del edificio, y la acción del tiempo, fueron registradas por el proyecto de arquitectura como posibilidad mayor y más ambiciosa—justo es desde aquí de donde parece nacer este proyecto, con el fin de convertir en bello una limitación real.

Los proyectos son importantes en la medida en que los arquitectos se vuelven importantes, en la medida en que potencian la pregunta. Es el caso del Museo del Diseño y de la Moda, que a través del trabajo de Ricardo Carvalho y Joana Vilhena se tornó importante, no solo para la biografía de los arquitectos, sino para la ciudad, y concretamente para la Baixa de Lisboa. No parecía estar en el inicio de un trabajo con dicha capacidad fundacional. Es interesante hoy, algunos años después, referirse al éxito de dicho proyecto, que a pesar del riesgo que conllevaba al principio, la opción planteada.

Cuando Ricardo Carvalho y Joana Vilhena llevan a cabo un proyecto con algún impacto como es el caso del MUDE, percibimos que el valor del mismo reside en el deseo de individualización de la respuesta y en la capacidad de trabajar para construir. Aunque sea un proyecto importante en el recorrido de los arquitectos, su focalización nunca se convirtió en un modo de hacer. No se transformó en un modo de actuación estética, en una recurrencia de actuación, una posibilidad que detectamos, no pocas veces, en algunos discursos de los debates disciplinares contemporáneos. Uno de los riesgos de hacer arquitectura hoy parece ser, precisamente, estetizar el modo de mirar. Transformar el abordaje de un proyecto de arquitectura en un modo meramente estético parece ser también un modo de desperdiciar las plenas posibilidades de la arquitectura.

Pero si retrocedemos en el recorrido de Ricardo Carvalho y Joana Villena podemos ver posiciones e investigaciones diferentes frente a temas distintos. Podemos ver lo que significa hacer un bar abierto hacia la calle como el bar Left en Lisboa, con su color blanco como materia de profundidad espacial; o lo que significa la recuperación de un apartamento del siglo XVIII en Lisboa, sin negar el sentido histórico del edificio; o, todavía más, lo que significa hacer obra pública, como es el caso de las dos escuelas que han construido…. O, incluso, en la transformación de las ruinas agrícolas de los viñedos del Duero en un pequeño hotel, que se construyó a partir de la idea de inundar una ruina para hacer la piscina, y donde, en torno a sí, otros pequeños espacios encuentran su propio significado. Cada uno de estos proyectos tiene un modo de mirar que no niega una posibilidad de exponer la belleza. Curiosamente esa exposición no se repite en ninguno de ellos, buscan nuevas preguntas.

La arquitectura está en todas las manifestaciones humanas, se asume como una condición intrínseca. Es difícil imaginar música sin arquitectura, no hay una colocación de un cuadro en una pared sin arquitectura, o una escultura colocada sobre el pavimento sin arquitectura. Hasta hoy, el medio natural es artificialmente mantenido en muchas situaciones en Europa. La arquitectura es tradicionalmente percibida como una realidad–como un conjunto de hechos. La percepción que nosotros arquitectos tenemos de esa realidad incluye el trabajo poético, implícito en el acto de hacer arquitectura. Pero hay otra realidad y otra percepción-el de las personas que van a vivir y usar dichos espacios. Lo que los arquitectos proyectan y construyen no es solo la realidad, es también la forma de percibir esa realidad.

A veces no nos detenemos en el edificio—no pensamos en él como arquitectura—porque éste se asume casi como una Naturaleza. El tiempo, la tradición, la acción colectiva del hombre, la costumbre, trazan arquitecturas de gran lastre. Por ello tenemos la impresión de que no hubo diseño. La fuerza de la idea de una acción colectiva de diseñar reside en el hecho de ser también colectiva su percepción. Y cuando una percepción sobre la arquitectura es colectiva se genera la noción de patrimonio. Ese será el punto más elevado que la arquitectura puede alcanzar.

La verdadera cualidad de la autoría arquitectónica parece ser la capacidad de trazar las condición es de percepción de los que van a llegar a vivir ahí. Cada obra de arquitectura parece tener dos autores. El autor que manipula la condición del proyecto y el autor que manipula la percepción. Dicho de otro modo, el que lo hace y el que lo habita. El hotel en los viñedos del Duero es particularmente ejemplar para ilustrar estas ideas. Porque parece querer afirmar que el tiempo es el que lo diseñó, sabiendo que fue la arquitectura la que moldeó esa percepción. La ruina inundada de agua, transformada en piscina, altera la percepción de todos los otros espacios, altera su condición. Las habitaciones no serán las mismas en presencia de aquel espacio de agua y piedra. Siento que el conjunto diseña el negativo-una ausencia-como el gran valor.

Aunque defienda que los arquitectos puedan tener entre manos proyectos de creación, aquellos que abren caminos, y otros de continuidad, donde se afinan y verifican soluciones, prefiero pensar que todos los proyectos se proponen como creacionales—son los proyectos construidos con la duda, el desequilibrio y la búsqueda. De una forma general los arquitectos alcanzan el punto máximo de investigación en el descubrimiento de su forma de hacer, después, en los años siguientes, procuran trabajar dentro de ese intervalo. Pero hay otros arquitectos que mantienen una forma de juventud intelectual, precisamente porque cuestionan ese punto máximo de descubrimiento personal. Son los arquitectos que están, o escogen estar, del lado de la duda o de la pregunta permanente.

La mayor parte del trabajo de los arquitectos que conocemos y admiramos obliga a un salto, un cambio en el camino, cuando se trabaja una alteración de escala, de programa, cuando se encuentran con una situación distinta de lo habitual. La vida obliga a veces a los arquitectos a trabajar dicho cambio. La vuelta atrás y repensar todo, dejando las pequeñas victorias y la seguridad en el pasado.

Pensando bien sobre la madurez de un arquitecto, el modo más interesante de trabajar debería ser precisamente buscar en cada proyecto un camino individualizado. Hay muchos jóvenes arquitectos que hoy consiguen sostener esta posición en el inicio de su recorrido, pero mantener a largo plazo esa capacidad me parece más difícil.

El desafío para encontrar la raíz en cada uno de los proyectos parece estar presente en el trabajo de Ricardo Carvalho y Joana Villena. No hay en el trabajo de estos arquitectos una lucha contra la realidad. La riqueza está en enfatizar la potencia de una determinada realidad. Se trabaja a partir de la situación existente.

Hay una sensibilidad en este cuerpo de trabajo que está anclada en una tradición de la arquitectura portuguesa, donde las cuestiones conceptuales son llevadas a la construcción, y que acompañan el interés por el detalle y también por la calidez de los materiales. Parece no detectarse una filiación directa dentro del contexto de la arquitectura portuguesa, pero por otro lado el trabajo no abandona dicho origen. La noción de lo local está confirmada (tiene una historia, un pasado, un lugar de vida) pero apenas para afirmar una posición de cara a lo global.

Cuando paramos para reflexionar sobre nuestro trabajo, pudiendo defender una posición sobre el modo como éste es mostrado, se genera una oportunidad activa de reflexión. Esto es especialmente importante cuando la velocidad de divulgación de arquitectura, alrededor del mundo, implica una relación renovada con la no repetición. En el caso de Ricardo Carvalho y Joana Vilhena estos momentos parecen también haber sido importantes.

Antes de “Room for México City”, que ahora se presenta en la Ciudad de México, en la exposición “Overlappings. Six Portuguese Architectural Studios” en el Royal Institute of British Architects en Londres, los arquitectos optaron por mostrar su trabajo en las antípodas del flash instantáneo. Cuando se presenta un gran libro de fotografía, como era el caso, y se ofrece un banco para que una persona se siente y pueda verlo con la calma necesaria, se está proponiendo una zambullida sobre el objeto cuerpo de trabajo.

Con “Room for Mexico City” reconozco la misma posición. Se trata de un espacio dentro de un espacio, que prepara el momento del encuentro con un cuerpo de trabajo. Es como si tratase de un cofre (hecho de materiales leves pero con límites rigurosos) con una joya en su interior. Lo más valioso me parece ser la atención que podamos prestar a lo que allí encontremos. Ahí estamos a solas con los proyectos de Ricardo Carvalho y Joana Vilhena.

 

 

LIGA 11: Ricardo Carvalho + Joana Vilhena (Bra)