Cómo mover un gigante

por Valeria Mata

LIGA 40: El Gigante Incómodo (Per), Blanco, Estudio Jochamowitz Rivera y Ghezzi Novak

Fotografia: Patricio Ghezzi

 

Es una pregunta difícil. Las cosas de tamaño descomunal se nos presentan casi siempre sin huellas visibles de su tránsito. Aparecen de pronto frente a nuestros ojos, como teletransportadas, o como si hubieran nacido ahí, en el sitio donde descansan. La enorme Piedra del Sol mexicana, por ejemplo. ¿Cómo rodó hasta el Museo de Antropología? ¿Qué maniobras tuvieron que inventarse y cuántas cuerdas se tensaron para desplazar sus veinticuatro toneladas?

En el ámbito artístico, los procesos de traslado de materiales y obras suelen ser opacos. La costumbre de pensar en términos de origen y destino hace que desatendamos lo que ocurre en los corredores. Existe, además, una suerte de caja negra que guarda las condiciones de los tránsitos y los detalles que no se explicitan por temor a que puedan “ensuciar” la obra. Pero casi siempre el principio y el final son menos interesantes que el en medio, y es en el trayecto donde ocurren las acciones y metamorfosis más inesperadas, como cuando al girar una pieza arqueológica se manifiestan sus características más relevantes. Cuando tenemos que mover algo voluminoso, su peso es ineludible; nos hacemos conscientes de su gravedad, de la responsabilidad que conlleva haberlo traído al mundo. Por eso las mudanzas son tan desconcertantes.

Un objeto está más cómodo detenido. Y en la comodidad no hay sorpresa ni riesgo. La revelación se da en el desplazamiento.

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Mientras escribo estos párrafos, un gigante de ochenta metros de largo hecho con juncos de totora se desplaza por el océano Pacífico. Va lento. Quizá irritado y probablemente arañado, porque para caber en el contenedor en que viaja tuvo que dividirse en trece, con la promesa de que después le volverían a ensamblar el cuerpo. Ahora mismo, según reporta la aplicación para rastrear el buque, está cruzando la frontera hacia Guatemala. Seguir el trayecto de este gigante es tan importante como lo fue su producción. Mejor dicho, su trayecto es también su producción: se está haciendo mientras navega. El viaje no es un trámite secundario sino la condición de su existencia, y documentarlo se vuelve necesario. En realidad, las obras artísticas no son nada definitivo en sí, pues viven todas las etapas de su vida con agitaciones, y cada espacio que las acoge o rechaza altera sus cualidades. Así, todo valor artístico tiene un fuerte componente social: a medida que una obra se desplaza por territorios improbables o se relaciona con otros cuerpos, crece su ánimo, su carácter se vuelve más complejo y se le van sumando capas de sentido, igual que cuando los uros añaden nuevos mantos de totora a sus islas, para que estas se mantengan a flote en el lago Titicaca.

Los desplazamientos se hacen en compañía. No hay duda de que necesitamos ayuda para viajar, igual que los pájaros son asistidos por el viento para volar más rápido, igual que los ñus son socorridos por la protección de manada al cruzar ríos llenos de cocodrilos mientras migran, acompañados de cebras, gacelas y otros animales de pastoreo. La travesía de este gigante tampoco fue solitaria. Desde su salida del lago donde nació, un número considerable de manos lo ha manipulado, levantado, acariciado, acomodado. “¿Y esto hasta dónde se va?”, pregunta en el puerto en Lima uno de los cargadores del gigante. Su pregunta suena casi nostálgica. Mientras, los demás cargadores —unos nueve en total— le sacan fotos como en un gesto de despedida, como si quisieran recordar que lo ayudaron a emprender el largo viaje hacia México.

 

LIGA 40: El Gigante Incómodo (Per)