Cerrar los ojos
“El punctum se sustrae a la percepción inmediata. Va madurando lentamente en el espacio de la imaginación, el cual se despliega al cerrar los ojos. En él se entablan correspondencias secretas entre las cosas. El lenguaje del punctum es un protocolo onírico de la imaginación.” -Byung-Chul Han.
Hay fotógrafos que centran su interés en la composición, en encuadrar una imagen con cuidado para retratar de cierta manera un espacio; su personaje principal suele ser el edificio (por lo tanto, se acercan a él como a un objeto). Hay otros fotógrafos cuya búsqueda consiste en documentar la forma en que se utiliza un determinado lugar; por ello registran los rastros, las huellas que deja el hombre al habitar el espacio. En su caso, la arquitectura funciona como el telón de fondo frente al cual se desenvuelve la vida de las personas, que para ellos son los verdaderos protagonistas. Existe además otro tipo de fotógrafo. Se distingue de los anteriores porque parte de entender la naturaleza subjetiva e individual de su oficio. Esta rara avis es consciente de la imposibilidad de capturar en dos dimensiones el volumen, la esencia de un acontecimiento arquitectónico espacio-temporal. Onnis Luque pertenece a este grupo.
Roland Barthes ha señalado en La cámara lúcida que existen dos elementos en la fotografía: el studium y el punctum. Mientras que el primero supone paciencia, orden y planificación, el segundo implica apertura, sensibilidad y silencio. El studium se refiere a la información, a los datos, al “campo tan vasto del deseo indolente, del interés diverso, del gusto inconsecuente”; por lo tanto le es consubstancial un “inte rés vago, superficial, sin carga de responsabilidad”. El punctum, por su parte, conmueve al observador, lo estremece, “es como una flecha y viene a punzarme”. En el punctum radica el poder de seducción de la fotografía, ante el cual —cuando existe— resulta imposible permanecer indiferente. Para Byung-Chul Han, “el punctum presupone una ascesis del ver”, el punctum “custodia el secreto (…) se revela como un resto quedo, como un resto que entona su canción y nos consterna. El punctum es el remanente resistente que queda tras la representación, lo inmediato que se sustrae a la transmisión por medio del sentido, y la significancia; es lo corporal, lo material, lo afectivo, lo inconsciente; es más, lo real que se opone a lo simbólico”.
Existe una gran diferencia entre crear una escena (studium) y capturar la emoción o la sorpresa de un momento específico (punctum). En este sentido, Onnis Luque no pretende documentar el edificio (sabe que no es posible), en cambio busca registrar una experiencia —la suya propia— del lugar. Así, sus imágenes funcionan menos como ilustraciones y más como espejos a través de los cuales todo aquel que se asome a ellos sea capaz —desde su imaginación— de recrear (a partir de las pistas que ofrece) una experiencia espacial y temporal precisa. Más que retratar la textura del edificio, lo que le interesa es capturar la textura fugitiva del presente. A través de su particular mirada nos acerca a la dimensión furtiva del punctum; sus fotografías penetran en la superficie de las cosas y nos conducen al estrato profundo, a una segunda inocencia, tal vez.
Onnis entiende que el Tamayo se revela a través de la luz y las diagonales, por eso su proyecto fotográfico se sitúa precisamente en la intersección de ambos. La luz sirve como carta de navegación para acercarnos a las diagonales, a la línea quebrada.Sus imágenes no ilustran el Tamayo. Sus fotografías son señales — en el sentido de que señalan, apuntan— que nos guían hacia una posible recreación del espacio y el tiempo, nos conducen a una lectura nueva, renovada, de un edificio paradigmático. Cerrar los ojos un momento para preguntarnos si ¿se han fijado en nuestra memoria las correspondencias secretas entre las cosas que sus imágenes que nos ofrecen? ¿Sienten cómo se despliega el protocolo onírico de la imaginación?
Juan José Vergara Newton en conversación con Luis Aldrete.