La cara oculta.
Tres aspectos que me eran desconocidos del Museo Tamayo aparecen retratados en la serie que presenta Luis Young. La blanca y geométrica azotea, los nichos debajo de ella y la vista aérea tan familiar como extranjera que fragmenta el patio. Según como estas se ordenan retratan parcialmente el edificio del conjunto al detalle y ponen sobre la mesa algunos temas como los espacios y vistas que se esconden en los pliegues del recinto que no podríamos conocer sin la ayuda de un dron o una escalera.
La obra de Luis combina fotografías y proyectos oscilando entre observador y diseñador y en ciertas ocasiones combinando las dos, evidenciando tensas condiciones que posteriormente pueden ser analizadas e intervenidas. Me enfocaría en los diseños con elementos que pueden pasar desapercibidos como los andamios y la activación de edificios en obra o intervenciones en situaciones conflictivas que normalizamos, como las estructuras reticulares vacantes que sostienen los jardines de casas en pendiente en las barrancas del poniente de la Ciudad de México. Agregaría en esa lista el techo del edificio retratado con todas sus implicaciones, tanto por su uso como por su significado y aspecto.
La fotografía de la azotea me hizo evidente la pirámide que a tantas voces escuché sugerir al hablar del museo. Una inmensa masa pétrea que se desplanta dentro de la mancha verde perceptible solamente a través del vuelo como las líneas de Nazca con el avión. ¿Qué sigue para el museo Tamayo desde sus aspectos más conocidos hasta aquellos que escapan al imaginario colectivo?, ¿Qué habrían contemplado Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky para la cúspide de su edificio? En el retrato del vacío histórico que da origen a esta exhibición, observo las imágenes de Luis como una invitación a la imaginación.
Pablo Goldin Marcovich.